martes, 20 de mayo de 2008

Empezaremos a describir el tema no antes sin mencionar una breve historia sobre la comida exotica.Si volvemos la mirada al floreciente mundo romano, que era la capital del mundo hace dos mil años, nos enteraremos que los acaudalados patricios y la aristocracia de Roma, con el emperador Vitelio a la cabeza, gustaban comer sesos de pavo real y de faisán, y también se mostraban muy afectos a las lenguas de flamenco y de ruiseñor. Fueron los romanos de hace veinte centurias quienes introdujeron a las Galias (Francia) el gusto por el consumo de la carne de asno (que los romanos aprendieron a degustar de los pueblos sojuzgados del Asia Central.)
El consumo de carne de caballo y de asno se hizo muy común, en Francia y al carecerse de estos animales comenzaron a ser vendidas las ratas. Néstor Luján, erudito historiador de la gastronomía, refiere que “como el roedor producía una lógica repugnancia, la Academia de Ciencias de Francia no vaciló en pronunciarse sobre la salubridad y aún la suculencia de su carne. Así puede leerse en el “Journal Officiel del 26 de noviembre de 1870 lo siguiente: “La Academia de Ciencias acaba de prestarse a una inestimable manifestación gastronómica a favor de la carne de rata. Un cierto número de académicos se reunió para degustarla, desarraigando así los viejos prejuicios de la cocina francesa: han probado con diversas salsas y condimentos diversos tipos de cárnicos: de caballo, de gato, de perro y, sobremanera, de rata. Han encontrado infinitamente superior ésta última. Así pues, a partir de hoy, la rata, consagrada por la Academia de Ciencias, se convierte en alimento de alta categoría que la población de Paris debe adoptar”.

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